A Leticia, con todo el cariño del mundo.
Saúl murió durante el pasado conflicto armado. Así se le llama a veces a la gesta de muchos hombres y mujeres salvadoreños con un inmenso amor por este pueblo. Es de los muertos de todos, sin tumba que enflorar, por eso su recuerdo lo puede enfrentar a uno en cualquier momento, en cualquier lugar, de golpe, a veces como una afrenta. Cuando murió era guerrillero, ese oficio que los hombres y mujeres, generalmente jóvenes, tienen que aprender en secreto con el compañero, con los ideales, con la vida y la muerte, con la poesía. Cada cierto tiempo, un puñado de valientes lo aprende para doblegar al poder transformado en terror e injusticia.
Un domingo, en una 330, cuando me dirigía de Santa Rosa al Amatillo, en donde mi madre todavía vendía joyas a los hondureños, me encontré a don Saúl cargando una bolsa con cosas a simple vista triviales, cuatro rollos de papel higiénico y cuatro jabones Palmolive. Un poco sorprendido porque era raro verlo en otro vehículo que no fuera su camioncito, me senté junto a él. No sé por qué me lo confió, pero me contó que se los llevaba a Saúl, su hijo, se bajaría en el desvío de San José y caminaría un poco para verlo y platicar con él. Satisfecho, me mostró un reloj nuevo, de esos en los que sobresalía la leyenda “Stanley Steel”, con grandes agujas y marcas verdes fosforescente, “así me lo pidió para verlo bien en la noche”, me dijo. Me asombró la tranquilidad con que se bajó del bus y comenzó a caminar confiado con la bolsa en su mano después de acomodarse en su cabeza un antiguo sombrero de palma.
Saúl fue de los que la madrugada de aquel domingo once de enero de 1981 hizo suspender un viaje de beatas a Esquipulas, por ellos se pospusieron los partidos de fútbol de los equipos en que ellos mismos jugaban, por ellos se conoció el sonido de la alarma del Banco de Comercio y de la ambulancia del hospital. Por primera vez, escuchamos los sonidos de las detonaciones que luego, durante los siguientes largos 11 años, aprenderíamos a distinguir si eran de la guerrilla o del ejército, con cual fusil se estaba disparando, si provenían de una emboscada o una retirada. Santa Rosa siempre ha sido una ciudad que se despierta temprano, desde las cuatro se mueve mucha gente oficiosa al mercado o a los puestos de venta callejeros; esa madrugada junto a ellos también se movieron entre las sombras aquellos recién estrenados guerrilleros. Atacaron la Policía Nacional y la Guardia Nacional, los dos cuerpos de seguridad existentes. En nuestra casa, a unos cien metros en línea recta del cuartel de la Policía, entre los disparos tiro a tiro de los guerrilleros y las ráfagas de los fusiles de los policías, se escuchaba caer sobre las tejas la tierra impulsada por explosiones de granadas seguramente erradas. Casi al final del enfrentamiento, se escuchó, un tanto lejano, volar y disparar a un helicóptero. Cuando cesaron los disparos, con el desayuno postergado indefinidamente, la mañana movilizó al pueblo a los lugares de ataque. En la esquina frente a la casa de Don Bacho, frente a la funeraria Guatemala y calle de por medio, yacía un guerrillero abatido, ya sin fusil, con una mochila rota que mucho tiempo antes debió ser color verde olivo. Muchos rodeábamos el cuerpo tirado boca abajo, inerte, inerme. Lo vigilaban unos soldados que habían llegado como refuerzo; uno de ellos abrió su mochila, hurgó en ella y sacó unas tortillas; su burla llegó hasta la carcajada, dio dos pasos atrás y le disparó; el cuerpo dio un saltito y de debajo de su cuerpo salió una nubecita de polvo que se disipó entre el silencio y sorpresa de los curiosos mientras el soldado le daba la espalda con desprecio.
En todos los corros se hacia la misma pregunta: ¿quiénes?. La respuesta llegaba poco a poco, Alex La Gaviota, El Chele Americano, Will Sosa, Saúl Buruca, Chepe Ortiz, Lango… También llegó la noticia de que los disparos del helicóptero habían matado a cinco guerrilleros en La Chorrera.
Una noche de agosto o septiembre, digamos de 1979, compartí unos momentos con Saúl. Había caído una lluvia de esas que comienzan en abundancia pero luego disminuyen y se quedan por horas en una lluviecita de gotas finas que mantienen a las tejas llorando y la calle encharcada. Ya para ese tiempo la casa se me convertía en una prisión después de las siete de la noche. Para algunos la lluvia era suficiente para no salir, para mí era solo un pequeño inconveniente. Salía agazapado y caminaba pegado a la pared de las casas hasta llegar a la floristería de Chombito, allí comenzaba los corredores, el de los Medrano, los Pleitez, el don Lázaro Hernández y el del Bazar Primavera, cruzaba la calle para entrar al corredor de la Farmacia Nueva, el de doña Lucila Flores hasta terminar en el corredor del Almacén El Favorito. Allí, pasara lo que pasara, estaba abierta e iluminada una vitrina y una banca que durante el día servía a los clientes del puesto de frescos de doña Juana. Este lugar funcionaba como punto de encuentro para los caminantes, por no decir vagos nocturnos. Allí estaba viendo llover cuando apareció Saúl protegiéndose de la lluvia con un paraguas. Nos conocíamos bastante porque él era muy amigo de mi hermano y sus hermanas de las mías. Nos saludamos y después de recordarme lo vago que era, me invitó a que lo acompañara a “ver unas cipotas”. No pregunté a donde y nos encaminamos hacia El Llano, por momentos los dos debajo del paraguas y otros por los corredores y aceras. Llegamos a la casa de, digamos Estela. La puerta estaba abierta y, al fondo de la sala estaba la “cipota”; Saúl cerró el paraguas y me lo dio. –Buenas noches- saludó con mucha precaución. Una sonrisa y luego un gesto de enojo que de nuevo se fue convirtiendo en una sonrisa coqueta, se dibujaron secuencialmente en la cara de Estelita.
- - Hola- dijo ella suavemente.
- Se paró y volviendo su rostro hacia el interior de la casa, dijo:
- - Mamá voy a ir donde Rosa (digamos) a traer un cuaderno,
- - ¿tan noche y lloviendo?, preguntaron adentro.
- - Es que lo necesito, en una carrerita voy, ya vengo;
- - Está bien, pero que vaya Albita (digamos) con vos,
- - Está bueno.
Por supuesto, Estela no se preocupó por la pequeña chaperona. Años después Albita necesitaría de los mismos favores.
Apareció diligente Albita, de unos diez años, muy seria y en silencio. Apurate, le dijo Estela.
Caminamos los cuatro, Albita del lado de su hermana y yo junto a Saúl, alcanzamos la primera esquina, dimos la vuelta, ellos se adelantaron presurosos y desaparecieron en el dintel de la primera puerta que había. Albita y yo nos quedamos a una distancia prudente, en el lugar que nos indicó previamente Estela, vigilando si aparecía alguien que no debía aparecer.
Al cabo de unos quince o veinte minutos aparecieron; Estela peinándose apresurada el cabello con sus manos y acomodándose su ropa con calculados jaloncitos atrás, adelante y a los costados de su falda y blusa. Saúl tranquilo. Se tomaron de la mano, ella preguntó –¿vas a venir mañana?, Saúl contestó seguro –Sí. Salú, Salú. Saúl se quedó donde yo estaba, me quitó el paraguas y las vimos doblar la esquina. Saúl había “visto” a la primera cipota.
Vamos, me dijo, y caminamos en sentido contrario para adentrarnos todavía más en El Llano. Llegamos a un callejón cerca de la clínica; aquí quedémonos me dijo. Desde allí se veía una luz que escapaba por la puerta de una casa y alumbraba un charco sobre la calle. Unos cinco minutos después apareció por unos segundos la cabeza de una cipota asomándose por la puerta, Saúl no se movió ni dijo nada. Unos minutos después apareció de la misma puerta, digamos, Silvia. Aquí quedate, me dijo, cediéndome de nuevo el paraguas. Saúl cruzó la calle y se paró bajo un árbol a esperarla. Silvia lo abrazó y besó prolongadamente.
- ¿Por qué te tardaste?
- Por la lluvia.
Fue lo único que escuché antes de que el árbol se interpusiera entre mi vista y ellos. Por una media hora, tras el alcahuete tronco, por unos instantes aparecía un codo, una mano moviéndose hacia abajo, hacia arriba, un hombro, una cadera, la enagua de una falda. Por un momento la lluvia arreció pero el árbol no dejó que Saúl y a Silvia se fueran.
Cuando al fin el árbol los dejó escapar, aparecieron los dos untados de caricias y de lluvia.
Silvia se veía más suelta, más confiada que Estela, se adivinaba que el árbol era su cómplice desde hacía ya un buen tiempo.
La despedida fue más efusiva, se abrazaron y se besaron, se soltaron y dieron unos pasitos cada uno hacia atrás, dejando que los labios fueran los últimos en separarse, todavía Silvia dio un beso al aire.
- - Salú, nos vemos mañana en el Instituto.
- - Salú.
Saúl había “visto” la segunda cipota.
Emprendimos el camino de regreso. Cuando le ofrecía de regreso el paraguas, con un gesto con la mano extendida hacia arriba y los dedos juntos. Llevalo vos, me dijo. Sentí su gesto como un agradecimiento por acompañarlo.
Como premio por haber concluido una tarea, sacó una cajetilla de cigarros REX y me ofreció uno. Poco antes de llegar a la casa de, digamos, Laura, y después de terminar de fumar, me ofreció un dulce de cardomomo.
- Aquí no nos vamos mojar, tengo llegada, me dijo.
Al doblar la esquina de la calle sobre la que está la casa de Laura, la vimos sentada bajo la puerta, esperando. La lluvia estaba desapareciendo. Se sentó junto a Laura y la besó suavemente.
- - Hola.
- - Hola, por qué te estuviste tanto, de dónde venís.
- - De acompañar a Jorge, fíjate que tiene una novia en El Llano, ¿verdad Jorge?.
- - Sí, respondí.
Al filo de las diez la lluvia cesó por completo y se despidieron; yo también me despedí. Cuando comenzamos a cruzar el parque en diagonal me ofreció otro Rex. En la esquina de la casa de doña María Zayas me quitó el paraguas que ya traía cerrado y nos despedimos todavía fumando.
Hablando revuelto.
Uno va por la vida sumando y restando sueños. En los primeros años hay más que sumar y cerca de los cincuenta restar es más frecuente. Un noviembre los labios de Leticia y los míos se encontraron y un sueño desapareció del listado de las restas.
Es lo que el pueblo necesita, que sus propios habitantes sean los autores de esa historia perdida, bien por el relato, bien por el recuerdo, que se va atando a muchos otros para ir forjando el verdadero rostro de Santa Rosa de Lima. Excelente camarada, POETA, Jorge. Y en la distancia, desde donde está para Saúl, ese gran guerrillero Limeño, un saludo efusivo y un abrazote enorme: Hasta la victoria siempre¡¡¡¡¡¡.
ResponderEliminarEstimado Jorge, sin duda tenés una veta literaria tan nuestra y tan valiosa como las vetas de oro de San Sebastián. Hay un humanismo profundo en tu relato, una sensibilidad histórica de altura que sitúa con su enorme dimensión al joven guerrillero Saúl, en el lugar de aquellos hombres y mujeres que pensaban que un mundo mejor para todos es posible. Excelente relato, Camarada.
ResponderEliminarRené Ovidio González
Jorge te felicito por tu pagina no hay dudas que lo haces con mucho amor, eso habla del gran amor que le tienes a tu linda Santa Rosa, en la cual yo también viví unos cuantos años y por cierto muy cerca de tu casa fuimos vecinos, pero luego nos mudamos a otra casa por el lado de parque buscando para el antiguo cine, con el transcurso del tiempo se puede decir que fuimos amigos, no muy cercanos pero compartimos momentos muy bonitos de juventud cuando éramos estudiantes y por casualidades de la vida en esos tiempo las dos mejores amiga que yo tuve una de ellas fue tu novia y la otra tu esposa.
ResponderEliminarQuiero decirte que me has conmovido con esa historia de Saúl Mejía, y al mismo tiempo me has hecho reír con la historia de las novias y si no fuese por las fechas que no coinciden, juraría que la ultima cipota que visito Saúl fui yo. Pero no creo porque de ser asi no fue esa la fecha que tu describe, y no puedo creer que me haya hecho esa jugada cuando anduve con el....jejejeje
Hey Jorge!.. Q' relato tan "...acorde..." diria yo,.. a los tiempos y espacios tanto vividos por nosotros en las distintas generaciones pasadas, tal cual como los q' "vos" vivistes junto a "Saulito", como le soliamos decir los ya mas "garrudos", q' eramos nosotros, alla en "...El Llano..." y los demas barrios de nuestra inolvidable ciudad, "Santa Rosa de Lima", en los q' la edad contaba mucho hasta para hacerse "amigo" cercano de tan consecuente joven "...camarada...", como lo fue Saul "buruquita", tal cual le solia decir yo, cuando llegaba presto a la fresqueria de su Mama, la Dona "Virginia"... a comprarle "...agua de coco...", antes de entrar a las clases del Tercer Ciclo de Educacion Basica, "Santa Rosa de Lima", desde el 7o.-9o's grados, q' estaba frente al Mercado, en la casona q' le alquilaba el Gobierno a Don Teleforo Martinez, para el proposito de nuestra incipiente Educacion de aquellos titempos, q' como decia mi Papa (QEPD: "...Tiempos q' pasan no vuelven!?..", con un "pujidito" nostalgico, cuando nos enfatizaba la importancia de aprovecharlo al maximo cuando se es Joven.
ResponderEliminarMas pienso q' es aun mas oportuno para los jovenes de hoy, el proyectar modelos de jovenes como lo q' representa el "sujeto" tan realmente conocido por los q' lo recordamos y admiramos, no solo por su valiente posicion politica de la epoca de la "insurgencia", pero por su criolla personalidad, q' aun alejado uno de su tierra, ya escuchaba algo de esta historia q' la oportuna pluma de la inspiracion tuya, me logro inmediatamente transportar a esas noches del parque y la cita con la "bicha" en la estrella, frente al convento parroquial de nuestra bella "Santa Rosa de Lima", u otros parajes de aquella sempiterna, natural topografia del pueblito q' no solo nos vio nacer, pero crecer enmedio de tanta historias "incontables", q' como la de "Saul", y la de los q' lo seguiamos, una vez acaecida la "ofensiva" de aquel inolvidable Enero de 1981, a la q' muy fiel a la historia, acudes hoy puntual a su cita literaria para contar esta cuasi "surrealista" y anecdotica y muy bien pensada pieza literaria de tu articulo de la portada de hoy, y q' por cierto ya la estaba extranando, pese a la muy justificada ausencia, ante la perdida irreparable, recien acaecida en tu familia, pero q' al mismo tiempo reabres de nuevo las paginas de nuestra historia, tan "Limena", como el origen de los q' desde sus entranas mismas tuvimos q' partir, para q' ahora por esas cosas de la vida, nos toque ser audiencia, y presencia viva para dar testimonio tambien de esta inverosimil, pero real al fin historia de uno de los nuestros... Q' como dirian los mejores camaradas de los q' como El, hoy... "...fue de los q' vivio mas alla de su tiempo..." y q' tambien parafraseando a Fidel, cuando se refirio una vez recien muerto el "Che", diriamos q' si se nos preguntara como quisieramos q' fueran nuestros hijos hoy, pues diriamos q' queremos q' "...sean como el "Che", Saul,.." y todos los q' cayeron sonando con el manana q' nos despierta el dia a dia en el presente, de la "Santa Rosa de Lima" de hoy... En buena hora!.. Companero Jorge, sigamos diciendo como Ellos... "...Hasta La Victoria Siempre!.. ...Venceremos!.."
Qué tal queridos amigos.
ResponderEliminarDéjenme darles las gracias por sus comentarios y disculparme por tener abandonado al Güiricero, espero comenzar una nueva etapa con más historias de la gente de Santa Rosa.
Al primer anónimo: Muchas gracias por el comentario, fue el primero y a pocos minutos de publicarlo. Sin embargo, lo de poeta es un sombrero muy grande para mi cabeza, me doy por satisfecho con provocarlos para que juntos escribamos a historia. Ese fue el propósito primero de este blog, provocar a los limeños para que participen. Y esto se ha logrado con la historia de Saúl, muchos han recordado a la Santa Rosa de los setenta y ochenta.
A Ovidio: Estimado amigo, muchas gracias por tus palabras serán una motivación y un reto. Viniendo de u oficioso de las palabras es muy confortante. En ese mismo sentido están las palabras de Danilo, son ambos caminantes que han hecho el camino por donde otros podemos trastabillar.
A la tercera anónima: Es la respuesta más difícil pero voy a ser lo más sincero posible. Ciertamente tu casa fue la última a la que llegamos esa noche. De antemano te ofrezco mis disculpas por la incomodidad del momento, lo entiendo muy bien. El que te haya conmovido el relato y haber reído con la historia de las novias es una esperanza de que lo tomarás con la tranquilidad que puedan dar la lejanía en el tiempo. El relato tiene la mejor de las intenciones para recordar a Saúl con cariño y respeto para darle el valor histórico de su vida. Con Saúl compartí otros muchos momentos, pero los que han permanecido en mi memoria son esos. Por supuesto las palabras no son una transcripción de lo ocurrido, pero si son un reflejo esencial de lo sucedido. Ciertamente no recuerdo el año exacto, por eso escribo "digamos 1979", sos la única que puede atestiguar con exactitud eso y te agradecería mucho nos lo dijeras como muestra de que sos parte de esta historia. Tengo muy buenos recuerdos tuyos y de tu familia, un abrazo y saludos a todos.
Al cuarto anónimo: Este comentario es la muestra de que se comienza a provocar a lo limeños de todas las edades y en todos los lugares para juntos escribamos nuestra historia.
Gracias a todos por sus palabras. Un abrazo a todos. Jorge.
Jorge, gracias por tener buenos recuerdos de mi familia, dejame decirte que yo también los recuerdo mucho a todos ustedes. No te preocupes por haber sido el cómplice en las aventuras de Saúl, aunque no fue muy agradable saber que fuí la ultima de las chicas a las que Saul beso esa noche, al mismo tiempo la anecdota y travesuras de juventud se me hizo muy tierna y con mucha gracia, el año de lo ocurrido fué 1978.
ResponderEliminarJorge,
ResponderEliminarSiempre que escribe una historia, también un sueño desaparece del listado de restas, asi que siga haciéndolo con más frecuencia.
Con todo el cariño del mundo, un abrazo fuerte muy fuerte
JORGE.
ResponderEliminarQue alegria me produjo esta cronica de mi querido hermano hasta este momento
me entoro como y donde fallecio EL SAUL BURRUCA ;tambien no sabia que fuese asi
de mujeriego alcabo hijo de pinto pintito
Tambien LE AGRADESCO INFINITAMENTE QUE NOS TANGA INFORMADO Y QUE ademas
sea una persona por la cual nosatros lLOS LIMENOS SEAMOS informados denuestra,historia
en memoria de mi hermano y de todos los fallicidos en esa guerra sin respuesta
Contodo EL Carino y un gran agradesimiento le mando un gran abrazo muy fuerte
de una LIMENA QUE JAMAS ADEJADO de pensar hasta en las pequenas piedras de mi
pueblo soleado capullito ensalsado en montanas como brilla el tesoro escondido SANTA ROSA
ES UNA VENDICION HECHO CANCION de aquel cuidadano de nuestro pais.