martes, 30 de septiembre de 2008

MINCHO VENTURA. A 65 AÑOS DE SU MUERTE.

Pocos personajes han permanecido en la memoria de la comunidad de Santa Rosa de Lima como Benjamín Ventura, o también llamado por su nombre de héroe: Mincho Ventura. Estas palabras llevan la intención de conmemorar este 27 de septiembre, el 65º aniversario de su muerte. La historia de su vida se mantenido flotando en el imaginario colectivo gracias a los vientos caprichosos de la memoria de los más ancianos del pueblo. Pocas pruebas objetivas se han presentado y rescatarlas es el objetivo de estos párrafos.
El primer esfuerzo por registrar las memorias sobre Mincho las realizó el profesor y escritor Danilo Vásquez. En años del conflicto armado, el escritor junto a otros santarroseños entusiastas, rescató las historias de Mincho, y encaramó su vida-leyenda en un andamio literario. Después de varios meses de entrevistas con pobladores de Santa Rosa, se publicó “BENJAMIN VENTURA UN HOMBRE, UNA HISTORIA, UNA LEYENDA. SANTA ROSA DE LIMA (1905-1940)”, trabajo que por su aceptación, ha visto la luz en posteriores oportunidades en impresiones del autor, y este año se publicó en el número 935 del suplemento cultural Tres Mil del diario Co-Latino y que se incluye en nuestra sección El Gato Romano 3.

De la niñez de Mincho no se conoce mucho. No se ha localizado aún su partida de nacimiento, ni se conocen testimonios. Como la mayoría de la gente, de estos lugares, Mincho emigró a la costa norte de Honduras, posiblemente alrededor de 1930. Debió emprender el camino a la “costa” partiendo hacia el norte, pasando por El Sauce y dejar tierra salvadoreña cruzando el Río Goascorán por Concepción de Oriente; cargado de valor y esperanzas, y potocas, café y queso como bastimento, y quizá, con una promesa de regresar como prueba de amor. Posiblemente permaneció dos años en la tierra de las bananeras y la barba amarilla y volvió al pueblo con nuevas actitudes y costumbres, entre ellas la de portar armas.
Además de agricultor, era curtidor de pieles y güiricero, oficios singulares, además de que el segundo era peligroso, sobre todo en tiempos explotación plena del Mineral de San Sebastián.
En la década de los 40, Santa Rosa pudo ser un pueblo tranquilo, su zona urbana estaba limitada por el río de Santa Rosa y por la quebrada del “Cabildo”, y el “Llano”, ahora Barrio Las Delicias, comenzaba a poblarse. La quebrada del Cabildo, hoy engullida por las construcciones de viviendas, y cuyo nombre casi ha desaparecido del inventario de lugares de Santa Rosa de Lima, tenía riberas, la gente se bañaba en sus pozas y hasta se pescaba en ella. La gente usaba calzado hasta que podía comprarlos y muchos llegaban a la adultez sin ellos. La Ruta Militar estaba en construcción o recién se había construido y las carretas ya no eran el transporte predominante para movilizar mercaderías. El mineral de San Sebastián estaba en su segundo apogeo explotado por la compañía estadounidense Butters Salvador Mines, Ltd., fundada por el famoso ingeniero de minas Charles Butters. El país vivía los últimos meses de la dictadura de Maximiliano Hernández Martínez, “El Brujo de San Matías”, hábil político, “clásico dictador latinoamericano que dominaba personalmente a su gobierno[*]”, con una mezcla de terror, control policíaco, demagogia y arreglos subterráneos con la oligarquía.

La vida-leyenda de Mincho se construyó por el enfrentamiento al poder militar y económico de la época, representado por la Guardia Nacional y los administradores del mineral de San Sebastián. Raúl Fuentes, que contaba con 13 años recuerda que era “amable con las personas, afable, defendía al marginado e indefenso; no era rico, pero ayudaba en lo que podía, era un Chucho el roto, pues”. “Tenía un caballo pequeño, colorado; lo recuerdo porque una vez presencié cuando un guardia, de apellido Azucena, frente a la casa que actualmente es de Don Beto Fuentes, se apostó arrodillado, para disparar a Mincho que se perdía, por la cuesta que da al puente, a toda prisa en su caballito colorado. El agente Azucena no le pegó, solo se levantó, se sacudió el polvo del pantalón, se terció el rifle y caminó sin cruzar mirada con nadie”. Así enfrentaba Mincho a la Guardia Nacional, sometiéndolos hasta la humillación, aun sin ser el agresor, en varias ocasiones. El trabajo del escritor Danilo Vásquez es rico en estos testimonios y los invito a leerlo.

Es muy conocido, y confirmado por varios testimonios presenciales, que Mincho fue llevado ante el juez acusado de extraer oro ilegalmente de las minas de San Sebastián. Se dice que en la audiencia y en presencia del juez, Mincho enfrentó al poder con violencia, y propinó una cachetada a Mr. Crawford, representante de la compañía minera Butters Salvador Mines, Ltd. Para esa fecha el juzgado funcionaba en la esquina poniente del edificio de la Alcaldía Municipal, sobre la 1ª avenida sur, y Mincho salió de ahí sin que autoridad, ni gente de la compañía minera osara detenerlo. Mincho enfrentó al mismo grupo de mineros que Sandino había combatido una década antes en la mina San Albino, en Nicaragua. Se dice que este hecho aceleró la decisión de matar a Mincho.
Según Raúl Fuentes, el día de su muerte, la noticia se propagó como el viento esparce las semillas desprendidas de una Ceiba, era como si el caminar servía solamente para dirigirse a un solo lugar: las pilas de curtiembre de Mincho. “Era gentillal que caminaba para el Llano.”
De su muerte se tienen dos versiones, la primera recogida por Danilo Vásquez, que plantea que Mincho cayó abatido por las balas de los fusiles Mauser G-98, antes de alcanzar sus pistolas colgadas en un árbol. La otra versión es que Mincho logró llegar a las pistolas, disparó y alcanzó a perforarle el casco a un guardia sin matarlo, antes de caer abatido.
Según la partida de defunción, Mincho murió a los 37 años, el 27 de septiembre de 1943, por lo tanto debió nacer en 1906, sin embargo, se ha buscado su partida de nacimiento en este año sin éxito. “Falleció a las 7 horas, a consecuencia de lesiones producidas por arma de fuego, sin asistencia médica”, reza lacónicamente el documento. La partida de defunción fue asentada por Elías Nativí el 29 de septiembre de 1943.
Sería interesante obtener mayor información sobre este personaje. Desde este modesto sitio se hace un llamado a toda persona que tenga algún comentario, testimonio o prueba documental, para que juntos reconstruyamos nuestra historia.

[*] Patricia Parkman, Insurrección no violenta en El Salvador, pág. 59.



Hace algunos años, acompañé al escritor Danilo Vásquez, al lugar en donde abatieron a balazos a Mincho. El propietario del terreno (por ahora no recuerdo el nombre) con agrado y creo que con el sabor de haber cumplido una misión, nos entregó la cruz de hierro que marcaba el sitio en donde terminó la vida de Mincho. Es una cruz humilde, como las de los muertos pobres, de hierro, forjada, y al ver las letras estampadas, uno se puede imaginar el coraje y la indignación con que la debió trabajar el estampador. Ahora nos toca a nosotros continuar la misión de este anciano, sostener la historia mientras llegan los que nos van suceder.

EL GATO ROMANO 3. BENJAMIN VENTURA.

A continuación, trasladamos el trabajo del escritor Danilo Vásquez.


Fabricante de sueños en el tejado del
subconsciente que con sus sueños
hizo posible que mis sueños se
engrandecieran en otra realidad: “La
de los sueños “.

El autor.



BENJAMIN VENTURA
UN HOMBRE , UNA HISTORIA, UNA LEYENDA
SANTA ROSA DE LIMA (1905-1940)

“Vencido pero no vendido”
Vargas Vila.



Sucedió en una tarde de café y humo. Conversábamos sobre política con don Rigoberto Estrada, en un cafetín de la cálida ciudad de Santa Rosa de Lima, en esa ocasión, don Rigo de refirió sobre la singular historia de Mincho, entusiasmado por plasmar en el papel, al santarroseño cachimbón, decidimos visitar la gloriosa curtiembre, en donde Mincho laboró durante muchos años, con el fin de fotografiar las pilas y las cruz que simbolizan el lugar de su muerte.
Al llegar a la vestida curtiembre, deteriorada por los rigores del tiempo y la negligencia de los humanos, encontramos solamente una de las tres Pilas que Mincho ocupó para curtir sus pieles, un anciano de nombre Chirino que cuidaba el terreno en donde están ubicadas las pilas, al darse cuenta de nuestra visita y de los motivos, comenzó a narrarnos parte de la historia… vinieron a eso de las nueve de la mañana y rodearon la curtiembre cerca de cincuenta guardias de la montada (guardias nacionales que montaban caballos ) del extinto dictador, Maximiliano Hernández Martínez, obligaron a Juan Capistrán a que les señalará quien de los dos hombres era el que ellos buscaban, en esos momentos Cayetano Álvarez acompañaba a Mincho en sus labores. Toda la gente según el relato de don Chirino estuvo pendiente de los sucesos, pero nadie intentó hacer algo por evitar el triste acontecimiento de aquél nefasto día; quizás por la prepotencia de los gendarmes o en parte por la confianza que tenían en Mincho; pues, siempre se les escapaba; incluso su propia madre al darse cuenta del gran movimiento de los guardias, expresó a niña Teya…..; a Mincho buscan¡ no lo agarran! Ya va ver….
Benjamín había colgado su cincho con las dos pistolas, en un árbol de nacascol, que distaba de donde el se encontraba, cerca de doce metros… el cielo - dijo nuestro historiador cambiando las facciones de su rostro, se llenó de balas, muchas hicieron blanco en el cuerpo enjuto de Mincho, quién al instante cayó el suelo, doblado por el plomo apátrida de los guardias. Pero no fue lo suficiente para que Mincho no se pudiera arrastrar en busca de sus inseparables pistolas a rastras, sobre su pecho y empujándose con sus piernas, logró llegar hasta el legendario nacascol; pero al intentar levantarse…., otra descarga de plomo lo obligo a caer rendido bajo el añejo árbol que hoy da sombra a la cruz de hierro que se mantiene erguida férreamente, demostrándonos desde la perspectiva histórica, lo que el famoso escritor colombiano, Vargas Vila dijera en su libro “Ante los Bárbaros”, “VENCIDO PERO NO VENDIDO”.
…… Mincho era cachimbón. Sabes que lo jodió a él cuando dejaba de trabajar en la curtiembre, se iba a guiriciar a las Minas de oro del Cantón san Sebastián (Santa Rosa de Lima), la guardia de aquel entonces lo descubrió y le pusieron el dedo con el jefe, un tal gringo llamado Pablo Crowfor –dijo nuestro historiador trabándose la lengua por el dicho nombre. Pues fíjate que el tal gringo lo acusó en los juzgados de ladrón y eso de plano no le gustó a Mincho y frente a los guardaespaldas del gringo le soltó un marimbazo en la quijada, que el gringo dijo unas babosadas que solo él entendió. Nadie hizo nada; de por ahí le sobrevino la muerte a Mincho días después, vinieron unos guardias montados en caballos, rodearon la curtiembre y como el estaba en calzones y delantal, de curtidor de pieles, aprovecharon ellos de que Mincho no tenia el pantalón puesto, pues en el cincho era que el secreto de “macho”. El cincho lo había colgado en un palo de nacascolo, junto a sus dos pistolas que no se despegaba ahí lo mataron a traición. Si tantito le dan chance, ¡jep! Yo les aseguro muchachos, el finadito no era chiche. Otro señor que estaba por ahí dijo: “lo que pasaba era que el finadito tenía los huevos bien puestos…
Don David Sura, nos remitió a un familiar cercano de Benjamín Ventura: don Pablo Guevara Ventura, sobrino del anterior. El relato que sigue, es parte de la valiosa colaboración que tan gentilmente nos proporciono don Pablito.
Mi tío, tenía los pantalones bien puestos; y no hay tales de brujerías, porque mi tío no era ningún brujo, no, era hecho y derecho y que no le gustaban las injusticias y por eso lo mataron. Fíjese que en cierta ocasión, él iba para el Cantón pasaquina, cuando se encontró a una pareja de guardias que traían amarrado a un bolito y eso a él no le gustaba. Entonces, se les paró en frente a los guardias, los miró a los ojos fijamente y les habló claro y pelado:
- ¡ Suelten a ese hombre! Si es que no ha cometido un delito.
- ¿Y quién sos vos para que nos des órdenes?
- Contestaron los guardias-
- Un ciudadano más de este pueblo, que no va a permitir que molesten injustamente al que no debe nada, el guaro lo venden en las cantinas, ¡ciérrenlas entonces!
Y diciendo y sacando las dos pistolas. Les ganó la moral…, tuvieron que soltarlo ¿ no había para dónde?
Mi tío dejaba por tiempos la curtiembre y se iba a guiriciar a las Minas de San Sebastián.
Extraían la broza y luego la procesaban sacando las vetas de oro que contenían, esto por supuesto lo hacían a hurtadillas, cuidando de no ser descubiertos por la guardia que custodiaba el plantel. Ahí en ese mismo lugar fue que murió don Albino Lazo, padre de Cipriano Morales, quién fuera el autor de la muerte del anciano dictador, Maximiliano Martínez.
Don Albino se dedicaba a la guiriciada y junto a otros compañeros, fueron descubiertos y acosados en los oscuros túneles, al no salir, les aventaron candelas de dinamita para obligarlos a rendirse. Tres días pasaron dentro de los oscuros y asfixiantes túneles; ocasionándoles enfermedades pulmonares que finalmente produjeron la muerte de don albino lazo.
Cipriano era apenas un cipote, pero nunca olvido los sucesos de aquel entonces llevándolos siempre en su memoria y esperando el momento preciso para desahogar la venganza con el causante principal de la muerte de su padre.
Tiempo después, buscando trabajo en la República de Honduras, Cipriano fue contratado por el yerno de Martínez, para que trabajara en una de las ricas haciendas del anciano proscrito, y en una noche de parranda, Cipriano Morales se emborrachó y cumplió con la venganza acumulada pacientemente durante tantos años.
Pues bien a Mincho le sucedió casi lo mismo; el problema era meterse con la guardia y los gringos.
APORTACION FORTUITA AL RELATO
…. Fíjate que Mincho tenía un su sobrino que se la llevaba de machito; un día le dijo a su tío, “Tío, hombre es usted, hombre soy yo; así es que por favor enséñeme su secreto para ser macho como lo es usted, y Mincho como no era orgulloso le dijo: “Como nombre, llégate como a eso de las doce de la noche y me esperas bajo el palo de ámate que esta ya casi llegando a la loma del ganchito, ahí me esperás. En punto estaba el tal sobrino macho; y de repente, en vez de Mincho, va apareciendo de entre la oscuridad un gran toro negro que hizo que el sobrino macho saliera escupido como chucho vergueado. Ya te digo, Mincho se convertía en toro….”
Así, pasamos algunas tardes, platicando y platicando con los demás ancianos del pueblo y por supuesto con los bolitos que saben más historias que cualquier historiado académico.
En una de esas, nos tocó conversar con tres narradores representativos del pueblo; aparte de comprarles un medio litro de guaro, para que le pusieran más emoción a las dichas narraciones…
…¡ Los cipotes ¡….. ¡Jep! Si podían querer a Mincho. A todos nos gustaba platicar con él, porque nos daba de comer sandías; y lo bueno es esto, no creas que Mincho las compraba, no; si solo sacaba el cuchillo que andaba y se ponía a escarbar la tierra, y de la tierra sacaba grandes sandillotas y no creas que´s paja, si yo lo ví con mis propios ojitos.

Esta historia surgió de cafetín. Don Rigo Estrada, fue el primero en contármela, después, caminamos por barrios, calles y avenidas de Santa Rosa, averiguando sobre “Mincho”. Llegamos a la curtiembre y ahí estaba don Chirino, dándonos parte de su archivo.
Creo que sería interminable contarles la forma en que fuimos recogiendo la historia. Tal vez el historiador de profesión lo hubiera hecho mucho mejor. Nosotros, hemos puesto el sentimiento, a diferencia del rigor científico, desde ya mis disculpas si en algo he fallado. Solo pido, que si la historia se puede ampliar y hacer más veráz, por favor acérquense a mi Tienda Cultural y gustosamente haré las correcciones necesarias. Y al compa Rigo Estrada, hasta donde esté, mis agradecimientos sinceros por haberme apoyado en esta mi tarea cultural. Amen.



El autor.-
Roger Danilo Vásquez